Estaba encerrado,
de nada le servían
las alamedas y algunos ríos,
sus ojos se apegaban
a grietas pequeñas,
surcos trazados con la picota
de un dolor extraño,
sumergido en un elaborado pozo
de apariencias
que ocultaba una verdad
que ya no conoce.
Por fuera
no es más que un pariente cercano
de esas figuras que se yerguen
sobre los campos
para espantar los pájaros,
y por dentro... lo mismo.
Sigue ahí presidiendo
las legiones de olvidados
que continúan milagrosamente en pie,
como bosques inmensos, oscuros,
llenos de voces.
Dí la verdad,
di que te vas para siempre.
AOC.©.2012
Del álbum "la soledad de las cosas"
de http://fotograficasoleograficas.blogspot.com/
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