Isla Tortuga

Lo único que los amigos y conocidos pueden afirmar con certeza es que Raúl Alfonso es una o algunas de las especies que habitan en caparazones; se mueve como monstruo prehistórico y se esconde en su habitáculo a la primera señal de peligro, no importa los elementos o técnicas que se usen, es difícil determinar cuales son las condiciones de vida que existen dentro del caparazón.
Raúl Alfonso ha construido con esfuerzo durante su vida esta guarida con el viejo método de superponer pieles aislantes tejidas a base de atisbos, mentiras, desapariciones, ideas erradas y cualquier cosa que le resulte útil para guardar y proteger sus vulnerables emociones. Está condicionado a reaccionar igual que una tortuga cuando se ve amenazada; borra evidencias, oculta información, no da respuestas, enfria su piel hasta no emitir latidos y sus ojos no devuelven la mirada.
Pero este mundo cueva-refugio es también un mundo solitario y oscuro como tumba de secretos, donde el silencio y el aislamiento lo validan ante si mismo y lo devuelven limpio ante los demás, bañado por la limpia agua del tiempo, a todo este ritual le sigue un rezo introspectivo que solo él conoce y que además repleta de signos que se pierden en la indiferencia de los que lo rodean, ignorantes de la santa peregrinación de Raúl Alfonso. Este meticuloso proceso sincronizado y estudiado lo ha acompañado desde la tierna infancia, pero tiene la gran falla de convertirlo en una isla que lo deja sin comunicación, sin redes de apoyo, sin una compañera, solo silencio que con los años se ha convertido en miedo, genuino y doloroso miedo que lo esconde dramática y profundamente en su rígido caparazón.

AOC.®.2011