
La espera es siempre hacia un tiempo del mañana, seria bueno que Amanda lo entendiera, es tan normal que cada dos pasos cierre el horizonte y se precipite en una impaciencia llena de fuego y rabia. Entender que en algún momento del año llueve copiosamente, justo a su debido tiempo, tiempo que se debe aguardar que no se puede forzar. Amanda debe escudriñar en su corazón y entender que la espera no es esperanza vacía, que es necesario tener la certeza interior de llegar a la meta. La verdadera fuerza no se precipita, puede aguardar, la debilidad, sin embargo, es total agitación.
La explosiva química de Amanda suele ponerla fuera de si, cada vez que el camino se tuerce o los acontecimientos se oponen y esta impaciencia la deja totalmente ciega. Aunque, trabajosamente, Amanda cultiva la fuerza que le permita enfrentar su destino como es y sabe que es necesario tener el valor de mirar las cosas tal como son, sin engaños ni ilusión y desde los acontecimientos claros es posible ver la luz que enseña el camino. El destino llega como la lluvia, hay que saber esperarla y no intentar darle forma al devenir.
AOC.®.2011
Fotografia: Antonia Obiol - lugar: taller del Tata Chuma.
2 comentarios:
Este Amando acaba de escuchar la lección, tomar nota e intentar proceder.
Gracias,
A.
Complejo ejercicio, saber aceptar lo que llega con alegria...
Nada que ver: hace un millardo de años anduve de polola de un tipo que se llamaba Amador, pero lo mejor era que sus hermanos se llamaban: Amadis, Amado y Armando...
Besos
AOC.
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