miércoles, 13 de abril de 2011

Hijos del recuerdo



Las redes crecen imperceptibles; en los conflictivos 80´s llegué a trabajar a la Caja de Empleados, siempre fue para mi el lugar más habitado del planeta, lleno de pasillos largos cargados de historias en cada uno de sus rincones, solo algunos expertos sabían todos los recorridos, los espacios públicos y los pasillos secretos.
Conocía a Javier por que él era el dentista de la Caja; lo que más me llamó la atención de su persona fueron sus sandalias de hombre libre, en un mundo de obligadas corbatas y camisas blancas, todo él era libertad en un mundo que se acostumbraba a no serlo.
Con los años Javier se ha convertido en un gran tejedor de redes, en un tiempo donde todo se olvida, él lo recuerda; constantemente trae a nosotros la idea de una ciudad pueblerina donde las caras no se olvidan, donde las calles recorridas una y mil veces se transforman en parte de tu ADN, donde siempre sabemos con quien estamos y hacia donde vamos.
La antigua gente de la Caja todavía visita su consulta, llegan armados con sus historias que Javier recoge para luego enlazarlas con otras de las cientos de historias que han salido de su consulta; teje un pueblo de gente que vive más allá del extenso anonimato de esta ciudad que impávida se traga las horas y a las personas.
El pueblo viviente de Javier tiene héroes, villanos, victimas, fútbol, mucho fútbol, de ese con pasado largo y vibrante, sufrido y gozado, pobre pero honrado, de camisetas de género; también tiene cines, estrellas y figurillas, artes olvidadas, caminos secundarios, recovecos, amigos que se van, discursos, palabras, letras entre las palabras, lágrimas y otras tantas carcajadas. Lo bueno de este relato es que somos los habitantes de la ciudad de Javier... es solo cosa de mirar, de recordar, de tejer la historia de todo lo que amamos.

AOC.®.2011
Gráfica: Kate Dudnik

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Despedida

Llevo 6 o 7 años publicando mis escritos y poesía con palabras similares, contenidos similares, con gráfica orientada siempre a una visió...