domingo, 6 de febrero de 2011

Estero del gato



Creció entre Ñuñoa y Providencia, sus mejores recuerdos transcurrieron en el taller de radios de su viejo, justo al inicio de Av. Italia. Un día sus pies también la pasearon por el Pedagógico, en un tiempo en que todos tenían tanto que decir pero que no se podía hablar. Algunos como Rodrigo Lira se dejaron ahogar por las palabras en una tina de baño, de ahí que a la Ely se le pego el silencio en la garganta, el bullicio sin palabras de la ciudad la ahogaban.
En la esquina de su casa vivía Gonzalez-Soto, un flaco cuyo gran capital era ser rucio y tener los ojos azules, requisito suficiente para que la Ely lo enganchara para su gran sueño: vivir en el sitio más remoto, lejano y solitario que pudiera acceder, se llamaba "Estero del Gato", un lugar virgen del hombre y al que ella podía llegar como colono.
Ely y el Rucio llegaron a Raúl Marin Balmaceda, un pequeño pueblo-caleta próximo al río Palena en el confín sur de este largo país, a mediados de los ochenta. Llevaban algo de plata y la gran necesidad de silencio. Con grandes esfuerzos pero sin drama la Ely construyo su hogar próxima a las rabiosas aguas de la ensenada, en un hábitat solitario y extenso a merced de la lluviosa naturaleza de esos rincones; su vecino más cercano estaba a kilómetros de distancia, sólo se percibía el humo de su cocina que daba la idea de un ser vivo en el horizonte, allá tras la espesura. Al poco andar Ely parió su primer hijo entre lengas, alerces, lumas y el silencio ilimitado, casi religioso, en que participan el cielo y la tierra en el epicentro mismo de este bosque frío. Jugueteando entre los montes y la vida ella tejía un fino dialogo con las cosas, con el diario ajetreo de la leña, el agua, la ropa seca y la vista que se pasea en el paisaje.
Gonzalez-Soto salia por largos periodos en busca del dinero básico, algunas veces era el pelillo, otras la pesca y en ocasiones alguna construcción; Ely por su parte se nutria de la soledad lluviosa y verde que se da en los remotos parajes del Canal de Moraleda y sus paisajes únicos y desolados.
Mientras más profundo era su aislamiento mayor era la armonía con su entorno y con su vida intima. En esta paz parió 4 chiquillos que dieron sus primeros pasos y crecieron en este enorme hogar, pero llegó el momento en que los niños merecían ser parte de la civilizada competencia de la ciudad. La Ely apretó los dientes, cerró su casa, metió a los chiquillos a un bote y no miró para atrás, solo se fue. Pasado un tiempo las circunstancias la acogieron y encontró un terrenito en medio de la ciudad, ahí cultiva caracoles, hierbabuena y berenjenas. Su vida ha sido como una luna antigua acostumbrada a alcanzar la plenitud, luego menguar y nuevamente después de la fase oscura volver a crecer. Y así Ely acata la ley que rige la fuerza del destino pesando las cosas y equilibrándolas hacia un estado de justicia natural.

AOC.®.2011
Foto: Mario Gutierrez P.

4 comentarios:

Daniel Os dijo...

Tantos nombres le dan cuerpo a esa justicia natural… tantas deidades y teorías la pueblan. De lo que pocos hablan es de las anécdotas; del berenjenal, los caracoles y la hierbabuena… de la vida.

Buena luna nueva, mi querida amiga.
D.

antonia obiol y corcoll dijo...

Gracias Dan, hermoso tu comentario, imagino que estas labrando tu rincón de hierbabuena en estos nuevos aires.

Igual suerte para ti mi queridisimo amigo.

NAKIUS dijo...

Simon-Zegers 'Caracola'. Desde el incio tus pasos marcaban el destino... ¿recuerdas el closet Ely? Atorados de tanta yerba buena, con un blanco helado antes de clases. Volvías al paso de un caracol, cancina en tu mirada reflejabas el porvenir, hasta que Gonzalez Soto te llevó la aventura de la soledad... El destino te volvió a nosotros... Lejanos a veces estamos, pero el corazón unido de recuerdos, sin olvidar quienes somos...

antonia obiol y corcoll dijo...

Que bonito lo que escribiste Ignacio,

Saludos
AOC.

Despedida

Llevo 6 o 7 años publicando mis escritos y poesía con palabras similares, contenidos similares, con gráfica orientada siempre a una visió...