domingo, 23 de enero de 2011
Acueducto
Es cierto que Amalia tiene ese aspecto de mascarón de proa, pareciera estar siempre bañada de olas y viento mirando inmutable el infinito.Pero es su alma la que hoy parece estar sujeta a una vertiginosa sensación de irrealidad, como si en algún momento hubiera dejado de pertenecer a la comunidad de semejantes que la circunda, algo así como vivir una pequeña muerte donde todo lo que queda de Amalia son recuerdos que se tiñen de esa película gris del olvido.
Todo parece indicar que tiene una extraña manera de mirar el mundo, atada a una vida que parece no transcurrir, con una seguidilla de problemas situados en la misma esquina que desde hace un siglo, doblegada siempre por la inmovilidad heredada de una invisible leche materna.
Existen algunas tardes extraordinarias en que Amalia deja que el tiempo pase sin culpas y se pierde en la observación de el ir y venir de los tordos que tarde a tarde posan sus negros plumajes en la espesura de un árbol que hace sombra en el jardín. Entonces Amalia respira.
AOC.®.2011
Grafica: Andrea Benson
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Despedida
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