
El Diego siempre tenía rollos con los amores. Cuando decía quererme y su cariño estaba en su máximo apogeo, por alguna razón desconocida siempre trataba de lastimarme; gustaba de coleccionar un montón de amigas, todas mejores que yo; siempre lograba introducir un comentario que dejara clara esa jerarquía. Sus técnicas eran infantiles: con el Diego solíamos salir mucho de excursión y habíamos inventado rutinas de viaje con música para un camino u otro, con comidas especiales, con canastos y manteles, cada salida era un encantador acontecimiento; después de un paseo que resultaba memorable, él buscaba a una de sus tilingas recien aparecidas y reeditaba nuestro evento con los mismos detalles; así jugaba a lastimarme o por lo menos sacarme un pedazo, aunque estas piruetas nunca me resultaron muy dañinas.
Un día llegó lleno de entusiasmo; había hecho amistad con una linda chica pascuense y con quien salió un par de veces, fue generoso en sus invitaciones, tanto que después de algunas citas invirtió cuatro millones de pesos en dudosos negocios de la isleña, la que, lógicamente, después de conseguir la inversión desapareció tan rápido como llegó. Así mi amigo Diego se despidió de su platita pero con la gran recompensa de haber tomado la mano de la bella inversionista por largos momentos.
Por esa misma fecha con el Diego tuvimos una gresca monumental por unas magnificas tablillas de chancaca, una versión popular del alfajor, que compramos a medias en las proximidades de una remota localidad llamada Puro, por Codigua, cerca del río; él sostenía que yo había comido una tablilla más de lo que me correspondía. Así entre migajas y desquites nuestro mutuo afecto se perdió en un tiempo de olvido marcando el recuerdo con pequeñas e inútiles mezquindades. Olvidamos, quizás, que la vida pasa rápido y se traga las nimiedades y las olvida para siempre...
AOC.©.2010
Ilustración: Alexandros Vasmoulakis
4 comentarios:
Me gustó este cuento:
Cuantas veces al amor le negamos lo que al deseo le damos a manos llenas.
Antonia,siempre te recuerdo.
Que bueno Pitekus que aun estes por estos litros virtuales, por más que miraba hacia tu casita nada lograba ver... Por aqui se te recuerda mucho.
Saludos cariñosos.
AOC.
Me gusta como escribes,
uf!..cuando uno empieza a medir lo que da y recibe, es que algo no va bien,nada bien. El amor no entiende de migajas. Tan malo es darlas como recibirlas.
Besos
Gracias Mária son muy acertada tus palabras sobre las migajas... cuando los amores bienen fallados la naturaleza de alguna manera los elimina con un gran tinte de olvido...
Cariñosos saludos.
AOC.
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