Vecina y humo

Marta frisaba ya los 50, su gran capital eran sus enormes ojos azules y su aspecto de niña; sostuvo por años un plástico matrimonio con Augusto, un hombre gigante, poderoso, ególatra y avasallador que de alguna manera le permitió a Marta mantener su mundo de princesa bajo la tutela de este hombre grande. Pero la irrealidad de la unión presentó la fatiga de materiales lógica del proceso. Sus dos hijos han tejido la normalidad necesaria para que esta mujer-niña construya su hogar donde las murallas se descascaran, diversos objetos se amontonan, unos sobre otros, tapados por una tela dudosa, una manta o un pañito; además, en medio del living un gordo conejo habita ese espacio exhibiendo sus practicas amatorias con un maltratado oso de peluche igual de gordo.
La anorexia ha mantenido su aspecto de niña mal alimentada, pero el abuso del hambre y el cigarrillo la pasean por el barrio como una rareza pequeña, flaca y cabezona, cuya imagen nos distancia a años luz de la atractiva Marta de otros antiguos años.
Su vertical decadencia, que nada tiene que ver con falta de dinero, es más bien un camino elegido que se fue manifestando paulatinamente como una muerte anunciada, la casa, el auto todo se fue deteriorando y Marta fue desapareciendo de nuestro paisaje colectivo. En antiguas comunidades donde cada casa dista 1 kmt., los habitantes saben de sus vecinos por el lejano humo de sus chimeneas que indica hacia el cielo un mensaje de vida , la respiración de sus habitantes. En el hábitat de Marta lo que hoy marca sus pulsiones y nos indica que está viva es su pequeño jardín que planta y replanta obsesivamente; desde lejos observamos ese único latido y sabemos que el humo de nuestra vecina se esparce aun hacia el cielo.
AOC.©.2010


Para escuchar: http://www.youtube.com/watch?v=Y7Ds7UhsbH4