domingo, 13 de enero de 2013

La teja que siempre cae


Lenta y sutilmente el futuro siempre llega, aún en la vida invisible de Mané; porfiadamente la vida instala sus acontecimientos en una rueda de horas y días, los sueños chapotean en su propio charco tiñendo los colores de la cotidiana realidad sin tomar cuerpo nunca.
Nadie puede negar que Mané es media lenta, que los fenómenos alojan su lógica en ella solo cuando realmente le cae la teja, antes solo son acontecimientos contradictorios sin mucho sentido y que vienen a alterar sus procesos de entender el mundo.
Así le pasó con Raúl Alfonso, por años alimentó una especie de amor sin respuesta, su amor tenía tanto sentido como amar a una puerta, una hermosa y protectora puerta, aunque una puerta puede dar sentido a una habitación, pero el sentimiento de Mané carecía de toda lógica; quizá por eso lo atesoraba. Por alguna razón de sobrevivencia trató de explicarse este sentimiento con el tarot, los ángeles, las runas etc., pensaba que todo su mal era un parasito alojado en una vida anterior o el dramático karma de su vida. Nada le daba una respuesta seria a este movimiento amatorio sin sentido.
Después de una seguidilla de sondeos y experiencias Mané logro entender que toda esa historia de amor inútil era propio de los rasgos más profundos de su personalidad obsesiva que analiza y disecciona todo lo circundante. Su historia de amor al final no resulta más importante que un maní en una cancha de golf.
Lenta, pero invariablemente, a Mané siempre le cae la teja.
AOC.©.2013
Gráfica: Arantza Sestayo

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