domingo, 1 de julio de 2012

Trapero de mis días

La casa de la quinta había tenido varias vidas, incluso, en algún momento fue bodega de alimentos para las gallinas; cuando los Tatas llegaron, habitaron un chalet al fondo de la quinta, próximo al río. Por motivos prácticos, en algún momento, habilitaron la casa de adelante, esa en que crecí mi infancia de nieta regalona y solitaria, sumergida en silencios de molino y gallinas.
Debido a secretos deslices del Tata, fue conminado a vivir en la pieza de atrás y que resultaba ser una pieza flaca con dos camas que la cruzaban a lo largo, con la suerte del relegado, la pieza tenia dos grandes ventanas norte que la hacían luminosa y tibia, en la cabecera de la cama del Tata siempre habían dos escopetas que brillaban en las noches de luna.
La pieza de Abue era más espaciosa y oscura pero en un costado tenia un aparador con cajones y un espejo largo que retrataba la figura de pies a cabeza, solo ese objeto hacía que la habitación brillara por si misma.
El piso de la casa era de tablas largas que nunca se rindieron a una virutilla o a un encerado, el transito de años y años la habían dejado opaca; para mantener la limpieza a raya, Abue manejaba con maestría un enorme paño oscuro empapado en parafina, en el mejor de los casos "Varsol" o simplemente en petróleo.  Abanicaba las grandes lenguas del paño capturando polvo, tierra o pelusas, todo bailaba con el ritmo de su paño. Cuando el trapero bailador de la Abue dejó su puesto a electricos instrumentos mi vida no fue la misma nunca más.

AOC.©.2012

Gráfica: Alex Andreyev

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Despedida

Llevo 6 o 7 años publicando mis escritos y poesía con palabras similares, contenidos similares, con gráfica orientada siempre a una visió...