Me mirabas a los ojos
como un trampolin
a la nada,
como si el viento supiera
de mi extraña sangre
consagrada a las sombras;
tu persistente ceguera
borró para siempre
mi surco de lágrimas.
Desaparezco
del imaginario colectivo,
algunas veces
soy la señora de alguien,
la que se deja olvidada
en la micro,
la que se parece a otra,
la difusa sombra de una rama.
Dejaron de servir
los pequeños odios,
las grandes rabias
y todas esas monedas circulantes;
la insignificancia
amasó un bodigo
para remojar
un humeante caldo de olvidos.
AOC.©.2012
Gráfica: Louisa Burfitt // Klaus Haapaniemi // Lunazul79
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