miércoles, 12 de enero de 2011

la caja de conchuelas


Cada cierto tiempo Luca abría su atesorada caja de recuerdos y se sumergía en las historias de su pasado que le contaban los objetos; un frasquito con conchuelas la transportó a sus primeros 5 años, en la quinta del Tata, ese tremendo hombre con pantalones de pretina alta y un grueso cinturón sobre ellos, su bigotito flaco bajo su aguileña nariz. Todo lo que se le arrimaba a él parecía estar protegido por su presencia, la Mamá Chica, la pequeña Luca, las gallinas, los perros, todo crecía bajo su sombra vigilante; cuando caía la noche ponía su revolver en el cinturón y su escopeta y partía a recorrer los oscuros rincones de la quinta a espantar ladronzuelos que solían traspasar los gruesos muros de adobe para robar frutas, gallinas o huevos, cosa que enfurecía al Tata ya que el solía regalar las cosas que le pedían por la buena.
Luca sentía que vivía en un mundo encantado, la enorme chancadora de maíz parecía un monstruo de hojalata amenazante, dispuesto a devorarla con sus correas de cuero que giraban violentas; el bosque de frutales lleno de gnomos y otros encantados personajes se extendía hasta un profundo río que caía en una gruesa cascada hacia las profundidades. La piscina de conchuelas era el sitio privilegiado para disfrutar de la magia de la quinta; el Tata para evitar que Luca corriera alocadamente por entre los gallineros había enterrado un enorme cajón en una piscina de conchuelas y lo dotó de pequeñas mirillas que le permitían a Luca observar los acontecimientos del entorno sin ser vista y disfrutar de la potente condición de ser invisible, condición que el Tata alimentó con historias fantásticas que la convertían a ella en un ser especial.
Fueron miles las tardes que Luca y sus muñecas habitaron el cajón de las conchuelas y su mundo de secretos; claro que cada vez que algunos de los trabajadores pasaba frente al cajón con ojos, decían - Hola Luca! y ella los hacia callar para no delatar su escondite secreto.
Una fresca mañana de otoño Luca vio juguetear los invisibles ojos de su hermano dentro del cajón de las conchuelas, los trabajadores pasaban por ahí y decían - Hola Rorro!!, el secreto lugar repentinamente se transformó en una trinchera llena de soldados. Algo había cambiado para siempre en el universo y Luca ya lo sabía...

AOC.©.2011
Fotografia: Antonia Obiol

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Despedida

Llevo 6 o 7 años publicando mis escritos y poesía con palabras similares, contenidos similares, con gráfica orientada siempre a una visió...