Alguna vez he de hacer
algo imperdonable,
solo para seguir viviendo
y seguir tu vacío moribundo
pegada a tus pupilas
como fanal de un destino incierto.
En las tostadas islas subterraneas
donde graznan nuestros desencuentros
he tanteado tus reveses
como una posa de sangre
que exhala sollozos
grávidos de muerte,
como un gigante herido
que anida en mi orilla.
Te reconozco en ese olor
a tierra perdida
en el adusto almácigo
del tiempo,
en la placenta negra
de la noche.
Como desconocidos
esgrimimos la mutua desconfianza
como una provocación del azar
que se interpone
con su atado de huesos,
con esa sombra incierta
que vigila desde lo más oscuro de la vida
sin jamás decir palabra.
AOC.©.2012
Gráfica: Rene Gruau 1 y 3 // Nicolai Iroshinsky
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