Padeces una ceguera vistosa,
de las dos formas de ver
solo usas una,
esa que distingue todos los colores,
caminas siempre inocente,
olvidas sin saber
que en el fondo de ese caldo
que en el fondo de ese caldo
se maceran todas tus derrotas futuras.
Las voces que riegan la noche
dejan en la oscuridad,
sobre la tierra
una multitud de jirones
y en el claro-oscuro
esos ojos hundidos,
profundamente clavados
en el interior de tu cabeza,
donde es imposible encontrar
indicios, pistas, babas de caracol
acerca de quien eres,
acerca de quien eres,
solo esa apariencia secreta
que baja por tus pestañas
pegada siempre a los grilletes
de prófugo perpetuo.
AOC.©.2012
Gráfica: Erika Kuhn 1 -2 // Marcela Gutierrez
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