Ese río corre solitario
por extraños senderos
donde el temporal
inunda el cielo
hasta la noche
en una derrota
sin futuro.
Aún siguiendo
esa marejada histérica, vesánica,
surgen pequeños líquenes de sol
que se entregan
al lento compás de las caricias,
para sentir
como nacen y mueren
las ganas de llorar.
Un nido de locos besos
se esconde
en mullidos rincones,
vivos, chirriantes,
despiertan
un candor de niebla
que se pega al cuerpo
como última promesa
que se deja empujar
por el viento.
AOC.©.2013
Gráfica: Izinsiz Gösteri sin nombre// Katsuji Isaka // Maja Vuckovic
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